No sé si es casualidad o si alguno de ustedes lo noto por ahí vagando de viaje, o si a alguien se le habría ocurrido pensar en ello, pero ¿no son los restaurantes italianos los que nos salvan o nos proporcionan esa seguridad de que vamos a comer bien?, estés donde estés, ¡lugar en el planeta en el que te encuentres un restaurante italiano nunca falla!
Sin querer ofender a mis amigos italianos, claro que en la bella Italia solo se comen sus pastas originales y los sabores son así bien exagerados. Pero lo particular de esta comida es que se puede cocinar en cualquier lugar e Italia ha exportado su gastronomía al mundo así que es muy fácil conseguir algún restaurante de comida italiana y también otro punto a destacar es la variedad extrema y no solo se reduce a sus exquisitas pastas. Sino que refleja la variada cultura de las distintas regiones que conforman al país.
El mismo sabor recorre desde algún barrio de Bangkok hasta algún canal en Ámsterdam, se puede comer unas pastas a la boloñesa tan rica en Praga como en Pisa. Todo esto lo desencadena un factor en común en cada ciudad cuando todo huele a Italia; ellos, los más importantes dentro de esta historia: los cocineros italianos, aquellos que dejan su huella en la cocina para alimentar comensales que día a día se sienten tentados por el olor a una pizza casera. Aquellos que aprendieron a cocinar con la nona y prepararon cientos de veces la tradicional receta familiar de la torta pana cota. Ellos con sus creaciones nos transportan por un instante al cielo de los sabores mediterráneos. Ellos que están asentados y distribuidos por todo el mundo con la misión de dar a conocer un pedacito de su tierra al resto.
Como ejemplo del alcance que tiene la comida italiana, este articulo fue escrito y publicado desde el restaurante Siciliano Ciao Bella en Amaterdam.