“Por muchas fotos que hagamos, nunca son suficientes, alguien tiene que seguir haciendo más”. Si al leer esta frase sientes un cosquilleo en la espalda, los ojos te brillan y te dan ganas de tomar tu cámara y salir a la calle, vas por el camino de ser un gran fotógrafo.
Esta cita, y las que siguen, están tomadas de la conmovedora película escrita y dirigida por Erik Poppe y protagonizada por Juliette Binoche: “1000 veces buenas noches”. Nos narra la historia de Rebecca, una apasionada fotógrafa que dedica su vida a realizar fotografía de guerra. Considera que es su deber que el mundo conozca y no pueda ignorar lo que acontece en estas zonas, las cuales son muchas veces olvidadas por el resto del mundo.
“Algún día cuando seas mayor y te hayas encontrado a ti mismo comprenderás cosas que no puedes evitar, cosas que llevas dentro.” Pasión es el ingrediente fundamental en el oficio fotográfico, ya sea de guerra como Rebecca u otro tipo de documentalismo; más allá de si se trata de paisajismo, retratos o incluso fotografía de moda. No importa si aún no nos sentimos con la confianza de llamarnos “artistas”, o incluso “fotógrafos”. No importa si nuestras imágenes aún nos decepcionan, o sentimos que les falta algo para terminar de brillar. Seguramente se trata de pulir aspectos técnicos que solo la práctica puede permitirnos desarrollar. La emoción, en cambio, es algo que no se puede aprender. Debe ser innata, nacer de lo más profundo y ser imposible de retener. Se trata de la mirada curiosa y de ese llamado a comunicar algo.
“Yo he comenzado algo y ahora no puedo darle la espalda”. Tener una misión es importante en la vida de todo fotógrafo antropológico, pero esta, como todo, es un arma de doble filo. Rebecca es capaz de sacrificarlo todo, incluso su familia. Es por esto que hay que tener cuidado con la pasión para que no se vaya de nuestras manos. El fotógrafo o periodista al que realmente le importan las personas debe aprender a medir sus emociones para no perder la perspectiva de por qué hace lo que hace y de cuál es el límite.
No hay por qué preocuparse por ahora. A la mayoría de nosotros nos falta mucho para llegar a ser como Rebecca, en todos los sentidos. Es por eso que el mensaje siempre es: seguir tomando fotos, ser apasionado y curioso. Sentirse vivo. Dejarse de llevar.
“Hago fotos de lo que veo”.