"Reutilizar es la mejor forma de reciclar". ¿Cuántas veces nuestros oídos se hacen eco de esta afirmación? Sin embargo, la realidad es diferente. En una sociedad excesivamente consumista y capitalista, el producto pierde su valor en muy poco tiempo y nace la necesidad de tirar lo usado y comprar lo novedoso. Frente a esta situación, ha emergido un mercado alternativo que implementa el valor a objetos antiguos en los que prima la calidad y su buen estado frente a su antigüedad. Algunos de estos mercados ambulantes poseen un origen arraigado, no obstante, un gran número de ellos tienen como detonante la crisis.
Precedentes en el estallido de este tipo de mercados son Estados Unidos y Reino Unido, de los cuales ciudades como Barcelona han tomado su ejemplo y han reinventado ferias ya existentes para adaptarlos a las necesidades del público actual. Entre ellos se distinguen los mercados de pulgas de segunda mano con un público más modesto y humilde y aquellos que han evolucionado hacia ferias vintage y espacios donde conviven con conciertos en vivo, food trucks o entretenimiento para los más pequeños.
El Mercat Encants Vells es el modelo más claro de mercado de pulgas existente en la ciudad condal. Sus orígenes se remontan 750 años atrás, por lo que es considerado el más antiguo y a su vez el más transitado por los que siguen fieles a su esencia. A lo largo de los años, ha mudado en diversas ocasiones de emplazamiento, hoy en día se ubica en la Plaça de les Glòries. Dami Vega está a cargo de uno de los puestos que nutre el mercado desde hace treinta y tres años. Detalla que el mayor atractivo es la subasta pública que tiene lugar de siete a nueve de la mañana, además asegura que es el único lugar de Europa en que todavía funciona esta modalidad de venta. La mercancía que se subasta nunca es la misma y procede de pisos de personas fallecidas. La labor de los vendedores como Dami es de acudir a estas viviendas, valorar los objetos, comprarlos y venderlos en subasta o en las paradas. La comerciante reconoce como "a pesar de ser un duro trabajo, no lo cambiaría por nada".
Hay sorpresas también, y muchas. Como la anécdota de Delfina, propietaria de una pequeña parada de pijamas con una vista privilegiada a la subasta, en la que re lata cómo hace poco aparecieron fotos y obras de un escritor catalán cuyo valor sus propios descendientes desconocían. "Llegó la Generalitat y se lo llevó todo", afirma la mujer. Expertos han llegado a pagar tres mil euros por una pieza.
La antítesis de los grandes almacenes
En contraste, a escasos kilómetros de la capital se descubre un tesoro que difícilmente se pensaría encontrar en la pequeña localidad de Sant Cugat del Vallès. Se trata del Mercantic Vintage Village, un mercado retro-vintage de lo más pintoresco y con aires que evocan al afamado Camden Town de Londres. Aprovecha el espacio que ocupaba la antigua fábrica de cerámica de Sant Cugat. En 1990, el nieto del fundador de esta, Octavi Barnils, restauró el taller inspirándose en los mercados de antigüedades de la Provença francesa. En 1998, se asoció con más comerciantes logrando tanto éxito que lo ha convertido en centro de referencia para amantes de las antigüedades y los objetos vintage. "¡Lo que no esté aquí se lo buscamos!" es el eslogan que despierta la curiosidad del visitante al entrar en la nave principal. Francesc Cantin, veterano en la feria, explica como e l tipo de público que prefiere estos mercados es "un cliente que busca calidad frente a la funcionalidad del producto que ofrecen otras superficies. Se demandan piezas más duraderas y de cierta clase que en muchos casos se tunean para hacerlas más modernas y atractivas." El empresario catalán, que abandonó el negocio de los seguros para dedicarse a un tipo de comercio cada vez más de moda, describe que su empresa apuesta por los objetos de los años 70 porque son los que mejor representan el concepto vintage. Y que a pesar de que el flujo de visitantes cada vez es mayor, esto no va siempre de la mano con las ventas.
Bagel de hummus, veggie quesadilla de o hamburguesa de butifarra son algunas de las propuestas más exóticas de los food trucks. Y es que estas caravanas de fast food caracterizadas por una estética vintage acorde con el entorno, también han conseguido su lugar en el Mercantic. Esto supone un plus añadido a la vida del mercado. "El cliente aparte de comprar quiere que le des más cosas, y e l hecho de que sean espacios al aire libre favorece que la gente se vaya sin agobio," señala Núria Comella, quien dirige la parada de Bekume, un negocio de ropa de cama a punto de camiseta. Según Nuria, se ha producido un cambio de hábito en la forma de comprar, ahora también se busca el plus de poder pasear, tomar algo o dejar a los niños que jueguen a sus anchas en un espacio agradable y acogedor. "La puesta en escena de este tipo de mercados cobra vida." Son sus pintorescas paradas y sus encantadores y carismáticos vendedores los que han dotado de alma a estos peculiares almacenes.
Un estilo de mercado que une los dos ya mencionados es On the Garage que tiene lugar en Poblenou, concretamente en la Taverna de la Ovella Negra aprovechando que el domingo está cerrada.
Pep Mateu y Xavi Miñambre, los dos fundadores, empezaron con un grupo muy pequeño de amigos a vender objetos de segunda mano que no utilizaban. Con el tiempo alcanzaron bastante éxito, la idea se amplió y se creó un ambiente muy familiar y sencillo con muchas paradas y donde los vendedores se intercambian cada semana. Imita el carácter de los garajes estadounidenses, en los cuales sacaban al porche todo el material que ponían a la venta. Hace cuatro años, Pep y Xavi subieron la persiana de la Ovella Negra, siguiendo este modelo. "Lo que nos ha favorecido mucho ha sido la publicidad a través de redes sociales y con el boca a boca".
En la vasta nave de Poblenou se mantiene una ideología afín a lo que afirman los dos amigos: "nos gustaría llegar a un cambio de mentalidad. Nuestra revolución ha sido filosófica: reutilizar es la mejor manera de reciclar. El consumismo extremo no llega a ninguna parte". Así, con mucho positivismo y fe, los jóvenes emprendedores sacan adelante este proyecto.
Natividad Rodríguez es una comerciante que a menudo participa en On the Garage y explica que hay muchos mercadillos celebrados el mismo día y por eso cada vez disminuye más la afluencia de público. "El auge de estos tipos de mercados es positivo porque se está incrementando, pero si sigue así, al final parará." Natividad señala la poca publicidad que se hace del evento, lo que perjudica ya que la gente pasa por delante y no entra porque no hay ninguna indicación. A su vez, lleva una tienda de antigüedad en Nou Barris donde vende objetos que recoge vaciando pisos, "lo que tengo a la venta en la tienda es de antigüedad y lo que tengo de segunda mano lo traigo a los mercadillos".
En la Plaça de Blanquerna, al lado de la Rambla, convergen numerosas paradas que componen el Flea Market, un mercadillo callejero lleno de colores y de jóvenes vendedores sin trabajo y con mucha mercancía de segunda mano. Los objetos y la ropa que se venden a precio muy barato, proceden de amigos y familiares de los mismos vendedores. "Toda la ropa que tengo es mía o de amigos. Hay gente que la compra en otros mercadillos," cuenta Javier Quiroga, que lleva su parada en la plaza desde hace cinco años. Asimismo, es una práctica habitual el regateo a la hora de tratar de conseguir el precio más bajo posible.
Son cada vez más las personas que apuestan por sumarse a esta iniciativa de un comercio más justo y al alcance de todos. En este sentido, Barcelona impulsa este sector basado en la proximidad, la calidad, el servicio y la diversidad. Asimismo, el turismo es un factor clave a la hora de promover la asistencia a los mercados callejeros que posiciona a la ciudad condal como un referente a nivel a internacional.