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Suomi: Donde Oriente se reencuentra con Occidente

Finlandia es un país de contrastes, su capital, Helsinki, una referencia mundial del diseño y la educación. Esto se refleja sobre todo en el Distrito del Diseño, conocido mundialmente y que abarca más de 25 calles del centro de la ciudad y más de 200 comercios y galerías. Sin embargo y pese a que a primera vista parecen dos realidades difícil de armonizar, el diseño también está patente en la religión. Muestra de ello son la capilla del Silencio Kamppi, construida en madera y la renombrada iglesia de piedra Temppliaukio.




El primer santuario fue construido con motivo del nombramiento de Helsinki en 2012 como Capital Mundial del Diseño. Situado en un lateral de la plaza Narinkka en pleno barrio de Kamppi, pasa inadvertido ante la ajetreada vida de los fineses y turistas que atraviesan el cuadrilátero, su diseño innovador con una fachada curvada y sin ventanas esconde lo que verdaderamente representa. Su interior está revestido de alisados y deja pasar la luz del sol a través de la claraboya del techo. No se realizan liturgias ya que el lugar está destinado a la contemplación y al recogimiento. Un espacio de paz y descanso espiritual en el centro de la agitación urbana.


Por su parte, la iglesia Temppliaukio es otro ejemplo de arquitectura moderna en templos religiosos. Conocida como la iglesia en la piedra, su construcción finalizó en 1969 por los arquitectos Timo y Tuomo Suomalainen. La obra es subterránea, la única parte que se aprecia desde el exterior es su cúpula de cobre, que a vista de pájaro se asemeja a un platillo volante que aterrizó sobre una colina de piedra. La estructura de roca que rodea a toda la iglesia hace que esta pase desapercibida. La combinación en su interior de elementos naturales como las paredes de roca, y elementos artificiales, la convierte en una de las iglesias más sorprendentes de Europa del Norte.


Estos modelos de construcción, simulan la convergencia entre el pasado, el presente y la línea hacia donde se quiere evolucionar. Pero no debemos olvidarnos de los dos enclaves que representan como ningún otro la dualidad entre este y oeste, entre Oriente y Occidente. Se trata de las dos majestuosas catedrales, próximas entre sí que se levantan como en un duelo de titanes tratando de disputarse el puesto de mayor templo del país. La catedral blanca de Helsinki, luterana, y la catedral de Uspenski, ortodoxa.


El coloso blanco destaca por sus cúpulas verdes y se apoya sobre una escalinata que da acceso a la plaza del Senado, la más transitada, en la que también se sitúan otros edificios civiles y administrativos como el museo de la ciudad, la Universidad de Helsinki o el Palacio de Gobierno. El templo fue diseñado por el arquitecto alemán Engel en 1852. También llamada la Catedral de San Nicolás o Tuomiokirkko, en honor al zar Nicolás de Rusia, es la primera imagen que viene a la mente cuando se piensa en la ciudad escandinava. Un icono que aún en persona deja más perplejo al observador. Su fachada de un blanco impoluto y estilo neoclásico armoniza a la perfección con la nieve del invierno, lo que regala una postal navideña de lo más entrañable. La religión luterana encuentra en su interior cobijo, con una decoración sin la pomposidad de otras catedrales pero digna de visitar.



A pocos pasos, al otro lado del mar Báltico, en el distrito de Katajanokka, se alza sobre una colina su casi hermana, la catedral de Uspenski. Se trata de la catedral ortodoxa más grande de Europa occidental y el más patente reflejo de la dominación rusa en la ciudad. Su interior contrasta con el de su rival, puesto que está cargado de imágenes e iconos propios de la religión ortodoxa. Su estructura en la que destaca el ladrillo rojo y los tejados verdes con las cúpulas doradas, son obra del arquitecto ruso Alexey Gornostaev en 1868.


Es imposible de comparar una con la otra puesto que cada una es una obra maestra de la arquitectura rusa, un impacto hacia los sentidos que tan sólo aquel que las visita, lo entenderá.




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